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Guardianes silenciosos: la defensa natural del sistema respiratorio de los cerdos

Foto del escritor: Julia MontesJulia Montes

El sistema respiratorio de los cerdos está constantemente expuesto a patógenos ambientales como virus, bacterias y partículas en suspensión en el aire. Para enfrentar estas amenazas, los cerdos poseen mecanismos de defensa naturales altamente efectivos. Desde barreras físicas, como el moco, hasta respuestas inmunológicas especializadas, estos mecanismos trabajan en conjunto para proteger el tracto respiratorio, mantener la salud de los animales y garantizar su supervivencia. Comprender estas defensas es fundamental para entender la fisiología y fisiopatología de las enfermedades respiratorias.


El área combinada de los pasajes de aire y la superficie alveolar del tracto respiratorio representa la mayor superficie epitelial del organismo animal expuesta al ambiente externo, junto con el enorme volumen de aire inspirado, que contiene tanto agentes comensales como nocivos. Para soportar estas posibles agresiones, el sistema cuenta con defensas robustas (ZIMMERMAN et al., 2019). Los principales mecanismos de defensa del sistema respiratorio porcino incluyen: la actividad de filtración y defensa inmune en el epitelio de los cornetes nasales, el aparato mucociliar en el epitelio de las vías respiratorias y las defensas inmunológicas relacionadas principalmente con el tejido linfoide asociado a los bronquios (BALT) y los macrófagos pulmonares (PALLARÉS et al., 2019).


La mayor parte del sistema respiratorio está revestida por la mucosa respiratoria, con un epitelio cilíndrico ciliado pseudoestratificado con células caliciformes, donde se encuentra el aparato mucociliar (KONING & ERICH, 2016). El mecanismo de defensa mucociliar tiene como función principal la eliminación de partículas o sustancias potencialmente dañinas para el tracto respiratorio, siendo capaz de eliminar partículas de más de 10 μm de diámetro antes de que alcancen el árbol bronquial. Su función está garantizada por el movimiento ciliar y las células caliciformes responsables de la secreción de moco, lo que asegura un tránsito continuo de partículas infecciosas e irritantes agregadas al moco hacia la faringe, su deglución y excreción a través de las heces, asegurando una limpieza constante de las vías respiratorias (TRINDADE et al., 2007; PALLARÉS et al., 2019).


A este mecanismo se suma el efecto de la tos, un reflejo que actúa en la limpieza de las vías aéreas inferiores mediante la propulsión del moco, secreciones y otros materiales extraños acumulados hasta la orofaringe. Otras actividades de defensa contra enfermedades infecciosas en el tracto respiratorio inferior están relacionadas con la presencia de sustancias bactericidas y bacteriostáticas en el moco, que actúan en la neutralización de patógenos, como la lactoferrina, el complemento, sustancias surfactantes, la fibronectina, la alfa-1 antitripsina y la lisozima.


Adicionalmente, es crucial el papel de las defensas inmunológicas, como la secreción y acción de las inmunoglobulinas A y G, que ayudan en la neutralización de virus y bacterias (TRINDADE et al., 2007; ZIMMERMAN et al., 2019). Asociadas a la mucosa respiratoria, existen áreas de tejido linfoide secundario a la mucosa, relacionadas con los bronquios del pulmón, similares a las placas de Peyer del intestino delgado, denominadas "BALT—Tejido Linfoide Asociado a los Bronquios". Su proliferación se induce en respuesta a la exposición microbiana u otros tipos de inflamación pulmonar (TSHERING & PABST, 2000). Algunos de estos conglomerados pueden estar organizados en áreas de linfocitos B, linfocitos T y células estromales especializadas, mientras que otros son pequeños grupos de linfocitos B con poca organización (PABST, 2007). En este tejido ocurre la interacción entre los linfocitos y los antígenos de los patógenos externos, generando una respuesta específica localizada y evitando una respuesta inmune sistémica (PALLARÉS et al., 2020).


Otro importante mecanismo de defensa ocurre por la acción de los macrófagos pulmonares, los cuales se dividen en: macrófagos alveolares, que están en contacto con los neumocitos tipo I (células epiteliales alveolares) y tipo II (productoras de sustancias surfactantes), y macrófagos intersticiales, ubicados en el intersticio de los tabiques, entre el endotelio vascular y el epitelio alveolar (HUSSEL & BELL, 2014). Los macrófagos alveolares son la primera línea de defensa contra los contaminantes y patógenos inhalados, presentando dos fenotipos distintos. El fenotipo M1, conocido como macrófagos activados clásicamente, está asociado con el proceso inflamatorio, la liberación de citocinas y el reclutamiento de otras células inmunes en el pulmón, mientras que el fenotipo M2 contribuye a la resolución de la inflamación y la reparación de los tejidos dañados (VIOLA et al., 2019).


En conclusión, los mecanismos de defensa del sistema respiratorio porcino desempeñan un papel crucial en la protección contra una amplia gama de amenazas ambientales y patogénicas. Estas defensas naturales, que incluyen barreras físicas como el moco y los cilios, así como respuestas inmunológicas, son fundamentales para mantener la integridad del tracto respiratorio y la salud general de los animales.

 

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